Entrevista Clara Burguez, médica de profesión y laica ignaciana.
Clarita Burguez es mamá de dos hijos, Clarita y César. Es médica de profesión, fue docente y está jubilada por la facultad de medicina de la UNA. Trabajó con los jesuitas por 10 años encargada de su salud. Actualmente en la Compañía de Jesús, está como responsable del área de Formación Espiritual, que es una de las cuatro áreas estratégicas del proyecto apostólico, donde se enfoca la formación de la gente que trabaja en las obras de la Compañía de Jesús, realizando retiros y todo tipo de formación integral. Por otro lado, impulsan la formación conjunta de laicos y jesuitas mirando a futuras formas de gestión y de gobierno del cuerpo apostólico.
¿Cómo inició tu vinculación con la Compañía de Jesús?
Si voy a referirme a mi vinculación con la compañía, creo que debería remontar al Colegio Cristo Rey y mis hijos, creo que ese fue el primer acercamiento. Después fue a raíz de una elección presidencial me metí a trabajar en un movimiento que se llama algo así como “Votación Responsable” y ahí me asignaron trabajar en la Parroquia Cristo Rey, y así comencé. Me acerqué más a la parroquia, hice cursos bíblicos, fui a realizar misiones, fui catequista en Cristo Rey, luego pasé a coordinar la Pastoral de la parroquia. En fin, cada vez fui profundizando más el servicio. En cuanto a mi formación cristiana, yo creo que prácticamente le debo todo a la CVX y a la Compañía de Jesús.
¿Qué nos podés contar sobre tu experiencia con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio?
Fue una cosa que ha dividido mis aguas. En mi vida iban sucediendo cosas que de alguna manera también, incidieron en ir apoyándome más fuertemente en la espiritualidad para ir sobrellevando todo. Y al mismo tiempo, se hacía más fuerte el deseo de una mayor entrega porque, siempre llenaba mi vida. Entonces, por ahí el deseo de dedicar más tiempo, porque al principio tenía mucho trabajo en medicina, por eso me sobraba poco tiempo para estas cosas. Iba sacando tiempo de donde no había, hasta que después fui cortando algunas actividades para poder dedicarme más tiempo a las cosas del Señor, porque sentía que ahí yo estaba más contenta. Me realizaba, aprendía, y era capaz de dar algo.
“Jesús es el amigo que nunca falla”
Cuando todo se tambalea ahí hay alguien que es siempre fiel. Y eso en mi vida yo corroboro, siempre, hasta ahora y me sorprendo. Me sorprende cada día, en cosas pequeñas y en cosas grandes. Son esas cosas las que alimentan mi fe, servir, dar lo que uno tiene. Partiendo de la base de que nada es tuyo, de que vos sos un administrador de talentos que te da el Señor y eso está para el servicio a los demás. Entonces, yo creo que Dios me ha dado talentos, y esos mismos los doy al servicio de los demás.
Pienso también que mis amigos Jesuitas, siempre valoraron y la confianza también te genera compromiso y ahí sacas lo mejor de vos misma. Todo esto sucede porque hay un tendón de fondo, donde hay una comunión que es la espiritualidad ignaciana, que es lo que a mí me une con la Compañía de Jesús. Yo veo al mundo, vivo el mundo, siento al mundo, estoy en el mundo desde esa mirada ignaciana.
¿Qué me podés comentar sobre la vocación laical?
Mi vocación es de ser madre, esposa, que es propio de la identidad laical y me siento profundamente miembro de una iglesia a la que pienso que debemos de construir desde adentro, y tenemos que evangelizar y debemos hacerla crecer.
La vocación laical es una vida paralela a la vocación sacerdotal o religiosa, van caminado juntos. Es decir, desde mi mirada, de mi vocación laical no busco ni pretendo ocupar el lugar de un sacerdote. Pero yo me siento, discuto, dialogo, aporto y soy capaz de disentir, sentada en una mesa con los jesuitas, porque yo siento que mis opiniones son tomadas como igual, yo me siento muy segura cuando converso con ellos, con mucha confianza, aunque disienta muchas veces.
¿Qué admiraste cuando los conociste y qué seguís admirando?
Al principio, recuerdo, cuando por primera vez fui invitada a una asamblea de la Compañía y estaban ahí personas que no eran amigas y eran así todos como un monumento para mí, yo no recuerdo haber dicho nada en ese momento. Eran personalidades que tanto admiraba de tanta densidad intelectual, espiritual, yo me decía: Dios mío, que hago yo entre estas personas.
Pero después, con el tiempo con ese conocimiento mutuo, reconocer en ellos que son personas iguales que yo y que cualquier otro, on sueños, con logros, con fracasos, con limitaciones, fue maravilloso.
¿Qué aprendiste estando cerca de tus amigos jesuitas?
Estar cerca de ellos, mis amigos, y ver esa esa entrega medio heroica, contra viento y marea, plantarse en sus creencias, como sienten, como aman su misión. Eso admiro de ellos, la entrega a su servicio, esa manera de vivir su misión, la bondad caminante que despiertan.Creo también que de alguna manera se desafían; procuran caminar en la praxis de una nueva manera de ser iglesia. Donde sobre todo el laicado y la mujer tengan un papel igualitario, dignificante dentro de la iglesia y eso me parece a mí también algo llamativo, porque eso no se ve con mucha frecuencia.
Ellos procuran abrir espacios, y se juegan por los demás, de preguntar, de escuchar, de consultar, de contar con la ayuda de los laicos y laicas, eso me parece también una cosa muy interesante por lo menos es lo que yo vivo.
¿Qué crees que los jesuitas deban cambiar o mejorar?
Yo creo que hay muchas cosas por mejorar o cambiar, pienso que este tema a la apertura a los laicos todavía hay mucho por andar. Si bien pienso que el laico, tiene que estar comprometido en profundidad y formado, hay veces que en el tema de formación, nuestra vida muchas veces es muy complicada como para dedicarle tanto tiempo. Entonces nuestros procesos son más lentos porque son tiempos que le robamos a la familia, al descanso, al trabajo. Por eso no se puede esperar que el laico funcione con el ritmo o los tiempos que los jesuitas manejan, porque ellos viven para eso y nosotros no. Nosotros tenemos prioridades indelegables que son la familia, el trabajo que hay que sustentarlos. Son dos aspectos que no se puede descuidar, y sostener ya sea trabajando fuera de la casa o dentro de ella.
¿Qué admirás de los laicos y laicas?
Se de laicos y laicas que trabajan en parroquias, en los bañados, y personas que circulan a pie, juntan para su pasaje y regalan ese tiempo con alegría. En cambio, hay otro tipo de personas que no se compromete, por comodidad, que seguramente puede llegar a tener mejores condiciones de vida que el otro. Finalmente llega a ser una llamada personal, y una respuesta personal, donde cada uno respondemos según lo que sentimos.
¿Qué Santo jesuita te gusta, y que te llama la atención de él?
Todo lo que se es de San Ignacio que fue una persona que estuvo muy cerca de Dios, y que fue un instrumento muy fiel. Yo creo que Dios nos quiso dejar algo muy precioso, muy apreciado y encontró en él un instrumento muy útil que se entregó del todo. Hasta su carácter obsesivo utilizó el Señor para dejar algo que después de más de 400 años sigue dando frutos, que son las herencias espirituales. Ignacio era un tipo tan intuitivo, tan observador, estar buscando constantemente la voluntad de Dios, eso para mí es una cosa increíble. Son talentos que Dios le había dado para algo.
Una de las cosas llamativas, de lo que a mí quizás me sorprende porque descubrimos recientemente ese hecho, y también me convence, pero a la vez es tan increíble, es cómo una persona, un pequeño ser humano de entre los siete mil millones de personas, puede afectar a Dios. Me parece una cosa tan increíble, y San Ignacio lo explica de manera tan claramente.
Él explica que, el amante da al amado de lo que tiene y posee, ya sea ciencia o lo que tenga, y así el amado al amante. El amado somos todos nosotros, el amante es Dios. Como nosotros le damos a Dios, claro que eso en su lenguaje, pero hoy en día entra en consonancia con ese Dios que es puro amor. Solo Dios es capaz de ese tipo de locura, de esas cosas que te sorprenden.
Otra cosa que te marca profundamente es la libertad que se respira en materia de pensar, de seguir tus intuiciones, de tratar de ser lo que uno es realmente y no tener que meterse en un molde. Siempre hay una invitación a ser mejor, y no ser una cosa así encorsetada, o almidonada. Pienso que la Compañía de Jesús, si creció e hizo todo lo que como compañía podía hacer para la humanidad en estos siglos, ha sido justamente porque fueron capaces de vivir en profundidad esa verdadera libertad buscando la mayor Gloria de Dios en lo que sea, artes, educación, teología, etc. Entonces lo que hace es sacar la mayor riqueza que hay en cada persona.
Durante este tiempo de tu caminar, ¿qué cosas fueron las que más te han impactado o han contribuido a profundizar más tu espiritualidad?
Yo creo que es todo, no hay una cosa particular, yo vivo el mundo y sigo a Dios desde esta mirada. Entonces, todo está ordenado, yo vivo sorprendida, porque Dios siempre me sorprende, y no creo llegar a acostumbrarme y dejar de sorprenderme. Porque es una constante, son tantas cosas las que he pasado, y no te puedo decir que uno sea el hecho que me haya marcado profundamente, porque todas han dejado una marca importante en mi vida. Pero si puedo decir que como experiencia es muy importante el haber vivido los ejercicios espirituales.
¿Cuál sería tu consejo para los jóvenes ignacianos que todavía no han tenido la experiencia de los ejercicios espirituales?
Solo puedo decirles, que se animen, que es una experiencia, donde primero te sentís tan amado y te conoces mejor. Conoces tus debilidades, tus afectos desordenados en términos de los ejercicios, y sos capaz de aceptarte porque Dios te acepta así, tal cual sos y cuenta contigo. A pesar de que vas a seguir cometiendo errores, saber que eso no hace ninguna mella en su amor, entonces, cómo no amar a alguien que te ama siempre, que te ama tanto.